“Yo nunca había visto pastillas hexagonales, nunca en mi vida, y no se me van a olvidar nunca, esas fueron las que yo me metí para abortar”.
Por: Trilce Ortiz
Catalina tenía 19 años cuando quedó embarazada de su novio de la época. Su familia estaba en Estados Unidos, haciendo plata, y ella vivía sola en Bogotá mientras acababa la universidad. “ Desde que salió positiva supe que no quería ser mamá, no en general, sino de ese tipo, él man era muy drogo y a mí me daba miedo que el bebé llegara a salir adicto, o la vida que iría a tener con semejante papá. Igual de pensarlo a hacerlo no fue fácil, lloré mucho, duré varios años llorando”.
Decisión en mano fue con su novio hasta una droguería en el barrio la Macarena, donde él solía comprar de las “otras” pepas, y pagó $120.000 por las seis pastillas de Cytotec. Estas pastillas fueron desarrolladas inicialmente para tratar úlceras y actualmente en ciertos países también las usan para generar maduración uterina e inducir contracciones y se frena la gestación. Esto último es lo que sucede en el caso de los abortos, se induce un trabajo de parto prematuro.
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“El tipo de la droguería me preguntó cuántas semanas de embarazo tenía, yo sabía que 6 por la ecografía que me habían hecho en Profamilia. ‘Se mete estas tres primero, bien al fondo, y después se queda con las piernitas levantadas un rato. A las 24 horas se mete las otras tres. Toma Buscapina para los cólicos, lleve toallas higiénicas para el sangrado y listo. Lo importante es que esté tranquilita, que pueda descansar. Después toma jugo de lulo y agua de ruda por 7 días para que le termine de salir todo eso.’ Me dijo todo en diminutivo, hasta con tono cariñoso.”
“La noche de más duda mi novio se volvió a perder, era lo que hacía cuando se metía sus fiestas y no lograba parar de meter. Yo respiré y me metí las primeras tres pepas, pensando siempre que era algo que hacía por el bebé. Le pedí disculpas, le dije que ya vendría después cuando las condiciones fueran mejores . Me acosté a dormir llorando, hecha bolita en la cama. Me despertaron los dolores más terribles que he sentido en vida como a las seis horas. Me dio fiebre, unos cólicos terribles, y mucho sangrado”.
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A pesar de que el uso abortivo del Cytotec es ilegal, es un medicamento que se consigue fácilmente en las droguerías de barrio en toda Colombia y hasta existen páginas especializadas que lo venden por Internet con entrega a domicilio .
“Yo duré sangrando tres semanas, tomando agua de ruda y con mucho susto. Al fin le conté a mi mamá, que me llevó donde una ginecóloga amiga suya. Tampoco podía ir a cualquier médico porque me hubiera podido denunciar. La amiga de mi mamá dijo que era proceso normal del cuerpo. Mi mamá y yo no tocamos más el tema y yo a los meses le terminé a mi novio, no me aguantaba más la metedera ”.
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“¿Cómo putas va uno y le dice a los de medicina legal que el amigo de años con el que estaba de fiesta lo violó?”
Ana María estaba en el baño de Armando Records, después de tomarse media botella de tequila en menos de una hora, cuando una de sus amigas comenzó la conversación sobre el aborto, como quien habla de la última relación desastrosa. “Todas hemos pasado por esas, lo que pasa es que nadie dice nada”. Las demás le dieron la razón con un silencio sepulcral, todas menos Ana que había ido a uno de los “abortaderos” ilegales de Teusaquillo hacía un año, muerta de pánico, con un sentimiento de culpa del tamaño de una ballena y acompañada de una compañera de trabajo que había pasado por las mismas. “ ¿Y por qué no pusiste la denuncia para que pudieras tener un aborto legal, en un sitio más limpio?”, le preguntó una de sus amigas mientras la abrazaba.
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En Colombia la legalidad del aborto es una línea grisácea donde tres casos particulares tienen derecho a la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) desde el 2006:
-Cuando el embarazo pone en peligro la salud -física o mental- de la mujer, o su vida
-Cuando el embarazo es el resultado de una violación o de incesto
-Cuando hay malformaciones del feto que son incompatibles con la vida fuera del útero.
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Ana estaba dentro del segundo caso, se había pasado de tragos en la casa de uno de sus amigos de toda la vida y aunque después de un par de besos quiso irse para su casa, la borrachera no la dejó pararse del sofá, ni luchar más allá de un “no” en letra pegada cuando el dichoso amigo le empezó a quitar a la fuerza el pantalón. Ella no quiso pasar por las interrogaciones policiacas, ni por los exámenes de medicina legal. “Seguramente me iban a echar la culpa. No había señal de abuso porque nos habíamos estado besando. Yo estaba en la casa del tipo porque quería. A mí no me obligaron a ir. Yo lo conocía hacía 10 años. ¿Quién se va a imaginar que un amigo de toda la vida le va a hacer eso a uno?”
En el sitio de aborto clandestino la atendieron una señora y un supuesto médico que le hicieron un legrado. “ No me dolió, el aborto no me dolió, pero el sitio era horrible y yo andaba con la cabeza medio rayada por todo lo que había pasado. Por eso no se lo dije a nadie. Ni a mis papás, ni a mis amigos, ni a nadie. Yo sentí que después de lo que había pasado no podía confiar en nadie”. A las dos semanas le tocó volver al lugar a que le hicieran el procedimiento de nuevo, un sangrado con mal olor mostró que le habían quedado algunas células del embarazo en el útero y había empezado a desarrollársele una infección.
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“Yo que nunca había creído en brujas, terminé donde una para que me ayudara a abortar”.
Andrea acababa de separarse cuando se enteró que estaba embarazada y decidió que ser mamá no era una opción. “ A mí la idea de que hicieran un procedimiento invasivo en el cuerpo me parecía fatal, así que terminé yendo donde una señora que hacía de todo : era sobandera, leía el tabaco y trabajaba con yerbas. Ella me mandó a tomar té de ruda con cohosh negro y canela por 5 días”.
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Aunque no existen datos concretos, la Organización Mundial de la Salud estima que en Colombia 400.000 mujeres tienen abortos ilegales cada año. Según datos publicados por Blu Radio, el 13% de las mujeres embarazadas en Colombia muere por abortos clandestinos. Según la ginecóloga Laura Hill, un aborto en condiciones inseguras puede acabar en esterilidad, pérdida de útero y, en el peor de los casos, muerte.
“Yo me tomé el té juiciosa, tranquila. Me parecía mejor que el proceso fuera así, de manera natural. Comencé a tener sangrado al segundo día y me duró dos semanas, pero cuando opté por hacerme una ecografía para ver cómo iba la cosa, resulta que seguía embarazada, tenía ya casi 8 semanas .”
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Andrea explica que a ella el aborto no le produjo ningún tipo de trauma psicológico porque estaba segura de su decisión, “lo que si me parece es que el hecho de que tener un aborto de manera legal con una buena asesoría médica sea tan complicado en Colombia, hace que las mujeres opten por vías que no siempre acaban muy bien”.
A las 9 semanas de embarazo Andrea hizo catarsis con una prima suya, y el esposo, un médico ginecólogo, accedió a hacerle un procedimiento de legrado “extraoficial” en la clínica donde trabajaba”.
Ana Cristina Gonzáles Vélez, fundadora del Grupo Médico por el Derecho a Decidir, explica que aún en los casos donde el aborto tiene el aval legal, la figura de objeción de conciencia permite que los médicos puedan negarse a practicar un aborto, alegando que va en contra de sus convicciones fundamentales. Según la también médico, las mujeres van a seguir abortando, y legalizar los procesos es una manera de brindarles consejería y acompañamiento y evitar los desastrosos efectos de los procedimientos ilegales.
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