Cada vez que los que hacemos periodismo queremos presentar a un artista en un texto (o en el formato que sea) tratamos de incluir ciertas referencias básicas: de dónde es, qué género de música hace, qué dicen sus letras. Se puede pensar que es la parte más fácil de cualquier descripción del otro; un ejercicio sumario al que solo hay que adornar para que no parezca un formulario burocrático. Con los proyectos que ha presentado Julián Mayorga en los últimos años, cada una de esas respuestas requiere escarbar más en el sentido.
En 2019, por ejemplo, publicó dos discos (placas que, de hecho, incluimos aquí en nuestro listado de lo mejor del año ): uno en compañía del japonés Ryota Miyake con el proyecto Flash Amazonas; el otro junto al colombiano (en ese entonces radicado en Europa) Andrés Gualdrón, bajo el nombre de Islas Atlánticas. Ambos lanzamientos eran, tanto en forma como fondo, acudían a la ironía, a la experimentación y hasta el absurdo, pero también aludían al territorio, así fuera de ficción: el Amazonas y las inexistentes Islas Atlánticas.
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La fiesta de la transmigración , el EP lanzado por Mayorga en solitario durante 2020, dice, es el que más suena a Ibagué de sus trabajos. Con imaginación y una gracia irónica particular sobre la “tolimensidadad”, desde Madrid, su lugar de residencia, Mayorga hizo cuatro canciones que más que sonar a algo “autóctono”, revelan la tensión entre vivir en el mundo de las músicas locales y la reflexión sobre las mismas desde la distancia; incluso, de la intrascendencia del individuo.
El lanzamiento llegó, coincidencialmente, en un momento de crisis global donde los significantes de “lo local”, “lo colombiano”, o “lo propio” (a veces con significados contradictorios) cobraron especial valor en la música, pues, como ha ocurrido en todos los campos, la falta de escenarios pareciera enterrar la visibilidad de quienes tienen menos capitales a su disposición.
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En medio del encierro, también hemos visto cómo hay una movida cada vez más visible que comparte condiciones similares a las de Julián Mayorga (músicos colombianos migrantes, o hijos de colombianos, que producen su música desde Estados Unidos o Europa). ( Vean aquí el especial Diáspora ).
Hablamos con él a propósito de las cuatro canciones que conforman el EP : La gente que yo conocía toda se está muriendo, La fiesta de la transmigración de los pollos, Un servidor hace un humilde análisis de la situación y Los rolos angloparlantes .
Sobre La gente que yo conocía toda se está muriendo
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En mi familia la muerte se ve con mucho estoicismo. Sí que hay dolor y hay miedo al espacio negativo que deja la gente que se va, pero también hay una tradición de resignación, de aceptación muy fuerte. Eso conlleva a una tristeza mínima, pero uno se acostumbra a cargar con esa tristeza que es constante, pero que se va disolviendo. En esa canción quería también hablar de eso. Uno está presenciando la muerte sin ninguna posibilidad de influir, sino mirando cómo pasa la gente y le dice a uno ‘chao’, sin uno poder mediar más. Lo más jodido, una sensación que tengo en general por no vivir en Colombia, y que se ha agudizado por el coronavirus, es no poder despedirse. Es un miedo muy latente en mi vida. Que se mueran mis cuchos y perderme ese momento. Que se mueran es lo más grave, pero es inevitable. No poder ir a abrazarse, estar con la gente, con el resto de la familia, verlos morir, es una vaina muy hijueputa. Yo creo que esa es la razón porque la gente se pasa la vida entera buscando los desparecidos, la fiesta del velorio es muy clave. Uno tiene que absorber eso de alguna forma.
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Sobre La fiesta de la transmigración de los pollos
La transmigración es casi que un chiste. Es una fábula que me inventé sobre unos pollos que se suicidan porque se tiran de un campanario. Se suicidan para que sus espíritus migren o transmigren a los cuerpos de unas tenderas y para comer maíz en la tienda. Pero la vaina se desmadra y las tenderas van a tomar el país por la fuerza, como una guerrilla. A mí me gusta usar animales para hablar de cosas. Hay también una cosa de violencia. Esa figura de tener que morirse para ir a otro lado me gusta, es una cosa en la que pienso un montón. No sabría cómo hablar de migración y transmigración.
A propósito de Los rolos angloparlantes
Hay una tensión entre el centro y las periferias en general. Esa tensión. Esas relaciones son como una vaina fractal y se reproduce a un montón de escalas. Aparece en Ibagué respecto al resto del Tolima; en Bogotá respecto al resto del país; en Europa respecto al resto del mundo. Inclusive en Europa hay centros y periferias. Esa tensión está conducida por la aplanadora de la homogenización. Es una vaina que se comanda desde el centro, que es el que está al mando de esa aplanadora. Hay una violencia implícita en esas relaciones. Uno termina desconociendo un montón de vainas propias y rechazándolas porque uno tiene la mirada hacia el centro, por eso la gente se quiere ir de los pueblos, porque siente que es en la ciudad donde sí están pasando las cosas, donde sí hay cultura. ¿Quién da esa visión de qué es lo que sí es cultura y por qué lo que pasa en mi pueblo, o lo que sea no es cultura?
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Ahí es donde está esa tensión. Es ultra tóxica porque uno no pude mirar alrededor tranquilamente, esa vaina es como un centro gravitacional, halando.
Un servidor hace un humilde análisis de la situación (su experiencia como tolimense en Europa)
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Yo no puedo explicar toda la experiencia de un músico migrante. Acá todo el mundo viene de forma diferente. Yo no creo que me haya ido nunca. La migración aparece velada a lo que yo estaba haciendo porque hay otros elementos que la enmascaran, pero nunca he dejado de hablar de eso o escribir de eso, y mi música tiene elementos formales de eso.
Más que la idea de identidad o de raíz, que a mí me parece un discurso como trillado o preciosista (como de querer una vaina que no necesita ser elevada, que ya es una chimba). Mi viaje tiene más que ver con descifrar o desenmarañar cómo yo veo la realidad, cómo entiendo la vida y cómo la quiero entender. No solo yo, sino cómo la tolimensidad dice unas cosas sobre el mundo, que son válidas y necesarias. Cosas que deben tener cabida en las narrativas del país y en las narrativas de la realidad, en cómo entendemos el planeta, o el mundo. Yo estoy trabajando bajo esa premisa, que es lo que yo conozco, de donde soy.