Un tren de premios y nominaciones en los más importantes eventos cinematográficos certifican a Parasite como un rotundo éxito tanto para el cine comercial como para el independiente. La película, dirigida por el surcoreano Bong Joon-ho, caló profundo entre el público de todo el mundo porque nos invita a hacer una reflexión sobre las relaciones del trabajo y la lucha diaria en que las personas enmarcan su existencia. (Contiene spoilers).
Por Ricardo Silva Ramírez y Laura González Osorio
¿Cómo abordar a los protagonistas de Parasite? ¿Son buenas o malas personas?, ¿inteligentes o estafadores?, ¿moralmente correctos o incorrectos? Una primera impresión nos llevaría a decir que lo cierto es que el mundo no es como los cuentos infantiles, en donde la bondad se opone a la maldad y en donde se tiene la certeza de que al final los héroes triunfarán sobre la fuerza maligna que amenaza al orden de las cosas. Sin embargo, la enseñanza de la película es que para la sociedad sí hay unos “buenos” y unos “malos”, sólo que su naturaleza no se mide por sus acciones, ni tampoco por su consciencia moral, sino por la creencia social que personifican.
El motor de la historia: un conflicto entre tres
Lo que en Parasite comienza como una chistosa e inofensiva serie de eventos terminará siendo una lucha sangrienta y a muerte por ocupar una posición a la sombra del amo. La película comienza con una familia que vive en la pobreza total: sin dinero, sin internet, sin trabajo, sin carrera universitaria, sin esperanzas de vida. No obstante, es una familia unida, solidaria y, hasta donde las circunstancias lo permiten, feliz. Su precaria situación económica toma un giro inesperado cuando Min, auténtica representación de la clase media, aparece con una oportunidad laboral para Ki-woo, hijo y personaje principal, ofreciéndole su trabajo como profesor de inglés en una casa exuberantemente adinerada. Es importante resaltar que la razón por la cual le da el trabajo no es porque quiera ayudarlo, sino porque no quiere que, al irse de viaje, sus colegas universitarios le quiten el amor de su estudiante a quien desea. Su ausencia, como su condición de no-clase, dará paso a un escenario en que comienza la disputa, la lucha de clases.
Publicidad
Ya en la primera toma del filme se introduce, a través del espacio, la disputa. Desde un lugar subterráneo se ve un ventanal cuya vista es a ras de suelo. La casa es un lugar con poco espacio y luz; con insectos, borrachos deambulantes y vecinos ruidosos. Ki-woo sale de allí para llegar a una vivienda abismalmente diferente a la suya: enorme, moderna, espaciosa, con jardines, ventanales, etc. Pero lo realmente interesante es la manera en que en la película vemos un paralelo entre las casas y los personajes. Mientras la familia burguesa vive en una colina, la de nuestro protagonista está en una especie de sótano, así como el extraño esposo de la ama de llaves que vive en un bunker escondido bajo la casa burguesa.
Unos arriba gozando del privilegio de vivir en lo alto de la sociedad, otros abajo sosteniéndolos. Sin embargo, lo que se esconde tras la idea de la “lucha de clases”, su contenido aparente, es que no hay una disputa entre los de arriba y los de abajo, el mundo social no es tan sencillo como algunos marxistas quisieran creerlo; pues, mientras unos se enfrentan entre ellos en una disputa por la supervivencia, otros ni siquiera se dan cuenta de la existencia misma del conflicto. La película nos muestra que no se trata de dos contrincantes, sino de tres.
Publicidad
Vemos escenificada la manera en que dos familias con condiciones de vida similares luchan por ocupar un lugar. Todos pensamos en algún momento que ambas familias podían llegar a una especie de acuerdo, guardando mutuamente sus secretos y viviendo en armonía y solidaridad a expensas de la ingenua familia millonaria. Pero lo que ocurre es que en el momento en que una posee un poder sobre la otra lo aprovecha para sacar del camino a su contrincante. A primera vista, pensaríamos que personas con las mismas condiciones materiales se unirían para derrocar a su opresor. Pero es justamente porque son tan similares que se ven llevados a enfrentarse entre ellos; el odio que se tienen mutuamente no es sino el resultado de que ven en el otro el reflejo de sí mismos.
¿Acaso no es esto lo mismo que ocurre en las guerras?, ¿quiénes son los que mueren? Los verdaderos ganadores no son quienes salen victoriosos en el campo de batalla, sino quienes no tuvieron que pelear en primer lugar. Al final de la película, la familia burguesa celebra el cumpleaños de su hijo en el jardín y, al desatarse la tragedia, cual coliseo romano, todos los invitados observan en un círculo y sin hacer nada el espectáculo de sangre.
La ética narcisista y el capitalismo
El capitalista millonario no es ni ha sido nunca ese monstruo maquiavélico que mueve los hilos y disfruta del sufrimiento ajeno. Lo que vemos en la película son unos padres que dan todo por los suyos para que tengan el futuro que deben tener. La madre, por ejemplo, siente angustia porque todo salga bien con su hijo; quiere que aprenda arte, que pueda jugar tranquilamente por la casa, que no sienta miedo, que supere su trauma, que sea feliz. Hay aquí una actitud narcisista, pero en la medida en que a través de sus hijos los padres buscan cumplir sus deseos, lo cual responde a una manera de tramitar esa aspiración a volver al estado infantil en que no había problemas, barreras o represión.
Por otro lado, festejando su plan por ocupar cada uno de los empleos al servicio de los Park, la familia protagonista queda sola en la casa tomando y mezclando bebidas caras. Usando la bañera, las camas. En suma, disfrutando por un instante de una vida que se escapa de su alcance. En este momento el padre (Ki-taek) se pregunta qué será de la vida del joven a quien le quitó el trabajo, a lo que su hija responde algo como “¿qué haces pensando en los demás?, nosotros somos tu familia y deberías preocuparte por nosotros”, dando cuenta de la misma ética narcisista. Cuando todos están viviendo el sueño, la fantasía será interrumpida por la antigua ama de llaves cuya inesperada llegada los despierta y trae de nuevo a su realidad.
Publicidad
Saliéndonos del filme y volviendo “a lo alto de la sociedad”, esas personas que en los comentarios de las redes sociales o en las reseñas sintieron empatía con la familia Park (diciendo que eran buenas personas por el hecho de tratar de buena manera a sus empleados, de darles una oportunidad, etc.) estarían satisfechas al ver que el hijo crecería para encarnar los “buenos valores” de sus padres y ser un exitoso artista o empresario. De esta manera, recordamos que la reproducción biológica es homóloga a la reproducción del capital. Con la herencia transmitimos valores, deseos, cariño. Pero también dinero, trabajo, relaciones de explotación y, lo más importante: tiempo. La angustia que siente la familia Park por celebrar de la mejor manera el cumpleaños de su hijo es un hecho que solo puede existir por el excedente producido por la angustia que nuestra familia protagonista siente por comer. Mientras unos se preocupan por sobrevivir, otros se preocupan por llevar la delantera, pues el mundo social es como una carrera en donde unos jugadores empiezan más adelante que otros.
¿Por qué murió Ki-jung?
En el centro de la película se encuentra la importancia que revisten “los contactos” en la vida social y su valor como fichas intercambiables en el ajedrez de la clase alta. Al comienzo, cuando Ki-woo acepta de su amigo el trabajo, se esfuerza con su hermana por falsificar los papeles de la universidad para que parezcan auténticos. No obstante, a su nueva jefa, no le interesa revisar sus papeles, pues confía ciegamente en quien lo sugirió. Así comienza una serie de recomendaciones y eventos en los que la familia va conquistando los puestos al servicio de los Park: profesor de inglés, tutora-psicóloga de arte, chofer y ama de llaves. Todo parece marchar en armonía y en el escenario se irá construyendo el velo de una ficción que, sin embargo, no tardará en caer.
Publicidad
El hecho de que personas separadas por el trabajo parezcan dos especies distintas no es una cuestión innata o natural, pero lo interesante es que hay una magia social que produce esta creencia. Por más que la política del multiculturalismo nos diga que “todos somos iguales”, que “merecemos lo mismo” o que “tenemos el mismo valor”, las diferencias no hacen sino reproducirse y exacerbarse. Ahora bien, esta negación de la diferencia retorna de las maneras más sutiles y, en ocasiones, extrañas: hay un momento sumamente ilustrador en la película cuando el pequeño Park olfatea a Ki-taek y a su esposa y dice “huelen a lo mismo”; su madre lo regaña por tan imprudente observación, pero después de un tiempo se dan cuenta que en efecto tienen un olor particular. Esta relación con los olores extraños, lejos de ser un detalle banal, será el detonante que desencadenará la tragedia.
Ki-taek empieza a molestarse por la manera con que sus patrones hablan de su olor a sus espaldas, pero lo que en verdad le molesta es el no entender porqué su persona inspira tanto repudio. Su incertidumbre se irá convirtiendo en odio cuando empieza a notar que en el carro el señor Park baja la ventana y más adelante cuando, con la coerción de un pago, se ve obligado a disfrazarse de indígena para que actúe en la fiesta. Finalmente, cuando nota en el señor Park la falta de interés con la muerte de su hija, y el hecho de que se tape la nariz para recoger las llaves del carro que están bajo el cuerpo del asesino, todo se torna insoportable y lo asesina. Siente el impulso de matarlo justamente porque Park le recordaba que él y su familia no valían nada, que eran simple carne en descomposición como los cuerpos del jardín.
Aunque este crimen tiene su importancia no hace sino esconder la verdadera transgresión que se da en la historia. ¿Por qué de todos los miembros de la familia justamente tenía que morir Ki-jung (hija de Ki-taek)? Devolvámonos un poco a su personaje: se presenta como una ilustre y reconocida artista que hace exigencias por su trabajo. A diferencia de los demás miembros de su familia, es la única que lleva su papel más allá de la servidumbre y “encaja bien” en la clase alta, hasta el punto que la señora Park se muestra servicial ante ella y reconoce su autoridad de clase . Aunque mintieron para obtener el trabajo, en últimas, sea como chofer, profesor de inglés o ama de llaves, todos los demás estaban cumpliendo con su deber y seguían siendo sumisos ante su jefe; pero ella fue más allá: ocupó el lugar del ideal burgués. Hizo manifiesto que el aparente esencialismo no es sino un acto de fe, puso en tensión el orden de las cosas y es por eso que con su muerte todo vuelve a la normalidad, todas las piezas a su lugar.