La película Utama es la boyante ganadora del Gran Premio del Jurado en la categoría Drama Internacional en el pasado festival de Sundance . La ópera prima del director boliviano Alejandro Loayza Grisi es una coproducción entre Bolivia, Uruguay y Francia en la que se imbrican temas trascendentales: el amor en la vejez, el desplazamiento, el cambio climático y la oposición entre la tradición y lo nuevo.
Por Juan Carlos Lemus
Una pareja de ancianos quechuas, Virginio y Sisa, viven en las alturas de altiplano boliviano. Un paraje frío y desolado, a ojos extraños, pero es SU tierra, con todo lo que ella significa y trae consigo. Pronto, la salud de Virginio (José Calcina) no es como fue. Tal y como pasa en su tierra con el acceso al agua, cada vez más y más lejano.
A Virginio se le ve terco en la negación, tanto de su condición física como para entender lo que Sisa (Luisa Quispe), más aterrizada, ya ve: la falta de agua no es un problema que ellos puedan solucionar, y por ancestrales que estos sean, rezos o sacrificios no podrán hacer caer la lluvia como otrora.
Publicidad
De la soberanía al destierro
Clever (Santos Choque), el nieto de ambos, aparece de visita. En la escena de su llegada se entienden los dilemas que este joven viene a resaltar para la pareja. El más violento de todos: la migración forzada por la escasez de agua . Clever trae un mercado de productos enlatados. ¡Enlatados! A ellos que han sabido vivir por generaciones de lo que la tierra da, a ellos que viven sin las “comodidades” de la vida moderna —sin aparatos eléctricos, sin conexiones WiFi—.
Publicidad
El entrecomillado llega porque en Utama queda claro que, de no ser por la situación planteada por la modernidad que trajo el cambio climático (materializada en la falta de agua), los avances necesarios para los citadinos no significan lo mismo en el campo.
El director no exalta esta manera atávica de vivir, pero sí el miedo al destierro y sus consecuencias. En este caso en particular significa pasar de una situación soberana —Virginio y Sisa y su comunidad viven sin que les falte nada con sus cultivos y sus llamas—, a habitar los extrarradios miserables de una ciudad a “vender papas” , como le dice Virginio a su nieto; volverse dependientes y necesitados y despreciados.
Una vida digna
Lo que Clever no ve y no entiende es que sus abuelos, aunque quizá adquieran más cosas materiales en la ciudad, necesitarán más que agua para mantener una vida independiente y digna.
Publicidad
Esta ópera prima usa tanto la fotografía como la edición para, a través de sostener la mirada en la inmensidad de los contradictorios paisajes —bellos y despiadados—, en su inabarcabilidad, hacer que el espectador se adentre en silencios y soledades, en compañerismos y abandonos que dan razón de estas dos cosmovisiones en disputa.
Si lo anterior es la parte poco dulce de la realidad de esta pareja, pues, el amor entre Sisa y Virginio es el dulce consuelo . Ellos hablan poco, pero se dicen y se entienden mucho. La cinematógrafa Bárbara Álvarez ubica la cámara en primeros planos que demuestran en pantalla esa frase que dota a los ojos con el poder de ser los espejos o ventanas del alma.
Publicidad
Se dice que amor tiene un componente que oculta para no afectar, para cuidar. Virginio se aferra a él para no afanar a Sisa con su estado de salud. Clever, que no “sabe leer [algunas] las señales”, sí es un ojo avizor para otras. Y se afana y ama y cuida a sus abuelos.
En la escena de presentación vemos una mala relación con su abuelo que no se debe a malquereres. Son otras deudas sentimentales las que Virginio cobra, son sus afanes de verse acorralado por el desplazamiento. Pero el chico es terco igual . Clever, su insistencia, su compañía y su otra noticia permea hasta ablandar el corazón cansado de su abuelo y Virginio da paso una comunicación real entre los dos.
¿Por qué ver Utama?
El director se atiene de superioridades morales, aunque asoma en melancolías y nostalgias por los conocimientos, tradiciones y formas de entender el mundo que se pierden, como el idioma quechua. También enfatiza en que no todo lo nuevo es bueno per sé, pero deja ver que la tradición por ella misma tampoco lo es, como el viejo que muy poco sabe de demostrar afecto, y que cuando lo hace le sale burdo.
Publicidad
Utama es una obra por las que vale la pena ir a festivales. Una prueba explícita de que, dependiendo desde donde se aborda un tema, es la sintaxis de la imagen la que da forma a un cine cargado de significado. Cuando esos largos planos abiertos o esos primeros planos no buscan descrestar incautos, el cine lento fascina. Utama junta el interés de los festivales de apoyar nuevos talentos y comercializar el cine independiente con las expectativas del público y la crítica.
Publicidad