En 2013 Graeber publicó en la revista Strike! un artículo titulado Sobre el fenómeno de los trabajos de mierda . Era un ensayo corto (y, sin querer, cómico) en el que se preguntaba ¿por qué en las organizaciones, privadas y públicas, parecían crecer los cargos administrativos carentes de sentido, en detrimento del salario y el valor social de los puestos laborales realmente beneficiosos?
Por Fabián Páez López | @DavidChaka
La pregunta, de entrada, era tan reveladora como tabú entre los trabajadores. Graeber mostraba cómo, a pesar del avance tecnológico y la consecuente automatización de muchas labores, las organizaciones insisten en crear cargos destinados a, como diría George Constanza en Seinfield , NADA.
O bueno, mejor dicho: cargos creados únicamente para dotar de poder a mandos medios, o a organizar reuniones e inventarse nuevos formularios para que otros llenen y justifiquen su trabajo.
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La intuición de Graeber caló profundo entre los trabajadores británicos; sobre todo entre abogados corporativos, empleados de recursos humanos y "estrategas" de…Bueno, de cualquier cosa.
Naturalmente, el artículo se viralizó en Internet. Inspiró encuestas, respuestas airadas, discusiones y un libro en el que Graeber refinó la teoría de los Trabajos de mierda con base en dos grupos de datos recolectados en línea . El resultado fue:
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Trabajos de mierda. Una teoría (2018)
El fenómeno identificado por Graeber en su libro no es, desde luego, exclusivo del modelo laboral británico o europeo. Piénsenlo en sus círculos cercanos. Estamos rodeados.
Si alguna vez han hablado con un empleado público, por ejemplo, conocerán de primera mano el tortuoso camino que requiere cualquier trámite rutinario y básico como cobrar a fin de mes, o demostrar su propia existencia en una notaría.
Y ni qué decir de los mundillos de Internet o de la publicidad, industrias con especialistas (en su mayoría publicistas o mercadotécnicos) cuya habilidad principal es adornarse a sí mismos para explicar operaciones básicas del sentido común o hacer planes para que otro haga planes.
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¿Cuántos cargos administrativos se necesitan para retardar cualquier actividad útil o creativa? ¿Por qué el mundo laboral privilegia en buena parte a quienes fingen que hacen y no a los que hacen?
La respuesta puede variar, pero lo cierto es que el fenómeno está incrustado en la lógica misma del sistema laboral del capitalismo. Una lógica dañina y paródica que ha dado, eso sí, para que las series se nutran hasta el cansancio.
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De hecho, el campo laboral u oficinista es uno de los materiales preferidos de los escritores de series. O por lo menos ha inspirado a mis favoritas y también es mi campo de estudio preferido desde la antropología. Títulos tan geniales como Severance (Apple TV), Recursos humanos (Netflix), Mad Men (AMC) o Succession (HBO Max) caben en ese costal. Y de todos se pueden sacar tratados antropológicos de la vida laboral.
- Para leer después | ¿Por qué nos gusta tanto ver series? Una crítica desde la filosofía
Pero entre estas quizá ninguna retrata tan bien la teoría de Graeber como la parodia oficinista The Office en su versión gringa. Tal y como pasa con Los Simpson , que en el resto de materias vitales parece tener un ejemplo para todo, The Office reúne las referencias más obvias de los Trabajos de mierda.
¿Por qué a Toby, de Recursos Humanos, parecen haberle chupado las ganas de vivir? ¿Por qué Pam entró en conflicto cuando encontró un ascenso a un puesto administrativo? ¿Cómo es que la inoperancia de Andy le valió para ser el gerente regional y reemplazo de Michael? ¿Por qué carajos nadie sabía cuál era la función de Creed, incluido él mismo?
Pero antes de responder a todas estas preguntas y situarlas en la compañía de venta de papel Dunder Mifflin debemos dejar claro qué incluye y qué no el concepto.
¿Qué es un Trabajo de mierda?
Si bien al oír la frase se les puede venir a la cabeza cierta agencia de publicidad que hizo de la falta de sueño y el sufrimiento de sus empleados un reality, o la industria de los jóvenes operadores telefónicos que encubre la explotación laboral ofreciéndose como una opción “cool” de trabajar, estos no clasifican en la categoría.
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Aunque sean odiosos, mal pagos o nidos de explotación difícilmente se podrán juzgar por los trabajadores mismos como empleos inútiles. Y esa, justamente, es una de las características clave que requiere un trabajo para ser considerado como Trabajo de mierda : el componente subjetivo.
Para ser más precisos, esta es la definición operativa a la que llegó Graeber.
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“Un trabajo de mierda es un empleo tan carente de sentido, tan innecesario o pernicioso que ni siquiera el propio trabajador es capaz de justificar su existencia, a pesar de que, como parte de las condiciones de empleo, dicho trabajador se siente obligado a fingir que no es así”.
Dicho esto, existen cinco categorías de Trabajos de mierda. Cada una de ellas tiene una representación televisiva que encaja con algún personaje de The Office .
Los lacayos
A primera vista, Andy, el vendedor sin habilidades formado en Cornell apareció en la serie como un lacayo. Su papel, en un principio, era alabar y congraciarse con su supervisor, Michael Scott. Pero de ellos hablaremos luego.
Los lacayos, dice Graeber, son puestos creados únicamente para que su superior inmediato parezca y se sienta importante. En las estructuras empresariales, usualmente privadas, son cargos simbólicos.
Los compara con los siervos feudales. Son, por lo general, "jóvenes atractivos que se posicionan junto a la puerta con aire regio mientras sus amos reciben atención". En The Office hay dos personajes que encajan a la perfección.
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El primero tiene pocos diálogos y es poco recordado, pero apareció en la temporada 3. Era Hunter Raymond, el asistente de Jan antes de que empezara su caída y se convirtiera en el personaje oficial del cringe .
Luego supimos que entre Hunter y Jan pudo pasar algo más, pero su pomposidad y su porte cuando estaba en la oficina, en suma, eran la satisfacción del capricho de una superior cuyo lugar de poder había quedado en cuestión después de que rompiera el velo de autoridad, la distancia entre Michael y el resto de sus subalternos.
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Más adelante, vimos otro personaje cuyo lugar nunca fue otro que ser un lacayo: Gabe, asistente de Jo Benet, CEO de SABRE.
Su puesto, en apariencia de mando, se minimizaba cada vez que intentaba tomar una decisión trascendental. Su función era dotar de poder a la propietaria de la compañía y, ocasionalmente, cargar sus cosas.
Los esbirros
La segunda categoría, la de los esbirros, es quizá la más difícil de encontrar en Dunder Mifflin. Graeber la asocia al mundo de las relaciones públicas, el marketing y la publicidad.
En especial porque muchos especialistas de esas áreas sienten que su trabajo es crear señuelos o engañar a la gente para consumir cosas que no necesitan realmente.
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El primero que podría entrar en esta categoría es Ryan, cuyo trabajo como temporal era, bien sabido por todos, inútil. Luego evolucionó a un inútil engañoso. Ocurrió dos veces: cuando hizo que invirtieran en una aplicación sin futuro y cuando recibió un ascenso. Ryan nunca creyó en la compañía, su discurso cambió y sus proyectos lo condujeron a la adicción y a los líos legales. Se convirtió en esbirro y se descarriló.
Más adelante, en la serie vemos cómo esta categoría toma una mejor forma cuando aparece la empresa de impresoras Sabre. Primero, por una de las parodias más aterradoramente cercanas al discurso corporativo común de alineación con los supuestos valores de la compañía.
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Después, por el intento desesperado por innovar que los conduce a todos a convertirse en esbirros que difunden “El poder de la pirámide”, una tablet en forma de triángulo.
Parcheadores
Los parcheadores, llamados así usualmente por los programadores que reparan problemas en software defectuosos, son los trabajadores cuya función es tapar el error de quienes están en cargos superiores a pesar de su incompetencia .
Y aquí el foco no puede apuntar a nadie más que a una de las protagonistas de la serie, Pam.
Pam es el sostén de la incompetencia de Michael. Si bien su función primordial (ser recepcionista) es cuestionada incluso por ella misma en el momento en el que se da cuenta que los vendedores o la máquina contestadora puede hacer su trabajo, lo que hace es un trabajo de mierda porque la mayoría del tiempo está encubriendo la incompetencia de su supervisor y lo sabe.
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Lo que la mantiene, sin duda, no es el trabajo, sino su relación con Jim.
Los marcacasillas
Los marcacasillas son unos de los mayores causantes de sufrimiento en el mundo corporativo. Su trabajo, dice Graeber, consiste en permitir que una empresa afirme que hace lo que, justamente, no está haciendo. Son la instancia encargada de ordenar las presentaciones en Power Point, o los formatos de tiempo y actividades realizadas.
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Inevitablemente esto nos conduce a Toby, de recursos humanos, el archienemigo de Michael.
Toby sabe que su trabajo es inútil. Y su distancia con Michael, que lo ve como una traba para todo lo que él se propone, revela la fuente de la depresión de Toby. Como dice Graeber:
“Lo más deprimente de los marcacasillas es que los encargados de hacerlo suelen ser conscientes de que no sólo no contribuyen a alcanzar el objetivo propuesto, sino que en realidad lo están obstaculizando”.
En la séptima temporada, por ejemplo, cuando Michael castiga la incompetencia de su sobrino nalgueándolo, Gabe lo obliga a tomar clases de asesoramiento con Toby. Finalmente, ninguno quiere hacerlo. Todo se reduce a marcar casillas.
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Supervisores
Dice Graeber que hay dos tipos de supervisores que clasifican en la categoría Trabajos de mierda. Los primeros son los que tienen como única labor asignar tareas a los demás que perfectamente podrían hacer sin supervisión.
Un trabajo tan inútil como el de Andy Bernard cuando se convierte en el Gerente de la sucursal. De hecho, en la temporada 9 se va de viaje durante tres meses y regresa para encontrarse con que el rendimiento de todos ha sido mejor que cuando él está.
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En cualquier caso, hay que decir que el papel de Andy fue inútil e innecesario de muchas formas. Pero vamos a la segunda categoría, la más cruel y la que abarca a nuestro querido protagonista: Michael Scott.
La segunda categoría de supervisor dice Graber es la que, no contenta con su inutilidad, tiene como objetivo “crear tareas de mierda para los demás, supervisar esas tareas, o incluso crear tareas de mierda”.
¿No era eso lo que pasaba cada vez que Michael citaba a sus empleados a la sala de juntas? ¿O, mejor dicho, cada vez que abría la boca?
***
¿No se explica el éxito de esta comedia llevada al extremo por la familiaridad que nos generan sus personajes? ¿No son los problemas que genera en las personas la vida laboral los que más ocurren hoy? ¿No es lo ridículo y genial de The Office un síntoma de la banalidad del capitalismo y la alienación de los trabajadores que se dicen "apasionados" simplemente por ser productivos?