Resulta inevitable descartar a primera vista el remake de la película Road House, producida por Amazon Prime, dirigida por Doug Liman (The Bourne Identity, The Edge of Tomorrow) y protagonizada por Jake Gyllenhaal y Conor McGregor .
Esto, principalmente, porque la versión de los 80, interpretada por el valiente y sudoroso Patrick Swayze y dirigida por Rowdy Herrington, tiene tanto de convencional como de horrenda .
Fue un lanzamiento que en su época fue demasiado importante, pero que fue hecha de manera incompetente, tan grotescamente estúpida y tan ideológicamente atroz que es una sorpresa que actualmente sea una película de culto.
La versión de 1989 se trata de un “bouncer”, James Dalton (Patrick Swayze), que ha sido contratado para limpiar el honky-tonk (bar del sur de Estados Unidos) más malo y peligroso en Jasper, Missouri. Una ciudad que, entre otras cosas, se encuentra sitiada por la corrupción.
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Armado con su cinturón negro de kárate y un título en filosofía, el espíritu budista de Dalton se propone a brindarle tranquilidad al dueño del bar y a sus visitantes .
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¿Era necesario un remake de Road House?
Los remakes tienden a provocar un fino desequilibrio entre lo bueno y lo malo que define a tantas películas de ese período hacia el lado malo de la balanza.
Es decir, el plan muchas veces es ver la película, odiarla, criticarla y asegurar que la primera versión es mucho mejor.
Se trata de un proceso que actualmente genera un flujo interminable de nuevas versiones que tienden a imitar estilos; o mejor dicho, a explotar como otras tantas bengalas de magnesio en el cielo nocturno sin producir nada nuevo, sino simplemente iluminar de manera pasajera el paisaje del entretenimiento.
¿Qué hace interesante la nueva versión de Road House?
La nueva Road House tiene lugar ya no en Missouri, sino en los Cayos de Florida, en un bar que es aterrorizado por las constantes peleas entre sus visitantes, hasta el punto de despertar la preocupación de su dueña, Frankie (Jessica Williams), quien contrata a Elwood Dalton (Jake Gyllenhaal), un ex campeón del Ultimate Fighting Championship (UFC) cuya carrera terminó cuando mató a un oponente , para tratar de restablecer la calma del lugar.
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Uno de los puntos de contraste con la vieja Road House es que rompe con la vieja trama del género de acción que narra la vida de un misterioso y taciturno hombre “rudo” que viene a limpiar el pueblo, pues en la nueva versión, aún con ciertos prestamos, el héroe es reemplazado por un carismático, sonriente, tonto y relajado Dalton que sin quererlo viene al rescate de una ciudad acosada por el mal.
No obstante, el punto de quiebre consiste en que a pesar de que el bar está sitiado por riñas frecuentes, la verdadera fuente de los problemas de Frankie consiste en que el bar se encuentra ubicado en el mismo lugar donde el malévolo y petulante Brandt (Bily Magnussen) quiere construir un hotel de lujo.
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En la escena de la primera pelea de Elwood Dalton en la nueva Road House , este se dirige a los trabajadores del bar con una sonrisa de Muppet y les dice:
“Lindo lugar tienen acá, tranquilo”, para luego, no solo presenciar una de las tantas riñas al mejor estilo de smackdown que hacen del lugar un sitio “peligroso”, sino terminar combatiendo a cinco de los empleados de Brandt.
Lo que descubre Dalton, entonces, es que ese paraíso no es todo lo que parece.
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Lo siniestro y ominoso se revela y todo lo que estaba destinado a permanecer en secreto y oculto sale a la luz: un proceso de gentrificación desencadenado por una economía basada en la acumulación por desposesión y la creación de riqueza mediante el uso de la violencia .
Es evidente que las artes cinematográficas (como la literatura, la música, las artes, plásticas, la moda, etc.) del mundo contemporáneo atraviesan por un momento en el que lo que se ofrece es la copia o imitación de un producto original.
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Vean aquí el tráiler de Road House (El duro) en español latino
Esto, dicen muchos filósofos, es uno de los rasgos más importantes del posmodernismo: el pastiche , como lo llaman, no es más que la imitación o el remedo de otros estilos únicos que son filtrados para hacerlos parecer como algo realmente nuevo u original.
Sin embargo, la nueva Road House no se trata de una simple imitación o la copia barata de un guión que mira en retrospectiva el pasado, sino que ofrece un tipo de parodia que se burla del original —sin perder cierta simpatía por este— y pone en ridículo la naturaleza privada de esos manierismos estilísticos .
Esta nueva versión no está saturada de ese vago y persistente sentimiento del pasado, sino que se refiere a un momento histórico específico y particular: la era de la gentrificación.
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No es una obra maestra, pero para muchos puede ser el tipo de película de acción con el cual pasar una tarde de domingo y, que además, expone la expulsión acabada de poblaciones vulnerables de bajos ingresos, el desplazamiento y las “limpiezas” violentas que hacen parte tanto de la historia del cine de acción como del capitalismo.
Lo que nos muestra esta nueva entrega de Road House es que el enemigo más siniestro es aquel que no vemos: esas falsas promesas de progreso para todos.
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