La historia del humor político y Colombia no es una llena de alegrías. Por el contrario, ha estado marcada por tragedias e intimidaciones. En ese panorama, los dos vagos más famosos de la televisión colombiana, Martín de Francisco y Santiago Moure , han logrado reivindicar la fealdad y la holgazanería.
Por Valeria Sánchez Prieto y Juan Camilo Ospina Deaza
A primera vista, uno podría creer que su humor es improvisado. Su lenguaje y sus juegos de palabras tienen un espíritu muy Punk de burla a la autoridad y la negativa de seguir las reglas de la decencia. Burlarse de sí mismos por su estupidez e irrelevancia les ha posibilitado una libertad para tratar reflexionar acerca de la política, farándula y el deporte. Eso sí, fallando estrepitosamente, como dirían ellos. Como el país, básicamente.
Visto desde hoy resulta poético que La Tele , el programa que los hizo famosos en los 90, estuviera relacionado con Carlos Vives . Precisamente, porque ellos se muestran como lo opuesto a él. Mientras Vives busca mostrarnos lo bueno de Colombia, Moure y De Francisco nos muestran lo monstruosos y feos que pueden llegar a ser colombianos.
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No solo por mostrarnos lo ridículos que somos por enorgullecernos por esta tierra, sino también por hacernos manifiesto lo cruel que puede ser Colombia. Su humor no es el típico que suele encontrarse en los programas colombianos que se burlan de los estereotipos de las poblaciones de Colombia (a menudo un humor racista, xenófobo, clasista y homofóbico), que raspa la olla de los clásicos chistes sobre las relaciones de pareja y las referencias a la suegra. Su escuela siempre fue otra.
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Martín de Francisco y Santiago Moure saltaron del anonimato al desprestigio emitieron La Tele entre 1993 y 1995. Aunque se dice que fueron cancelados porque el espacio sería reemplazado por la emisión de las Eliminatorias Conmebol al Mundial de Francia de 1998, la historia parece indicar que no fue porque no se adaptaban al puritanismo que reinaba en la televisión de la época.
Ellos admiten constantemente que si el programa duró tanto no fue por su talento, sino porque estaban apadrinados por Carlos Vives, quien, por alguna razón, los encontraba graciosos.
Después tuvieron un espacio en la mañana en Radioacktiva y también lanzaron El Siguiente Programa , que se empezó a transmitir a finales de 1997 y terminó a finales del 2000. Años después, retomaron su alianza con La Tele Letal, emitido por el canal Red+ desde 2017.
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Mientras que aquí reina el “no se queje” (entre otras cosas porque hacen “no quejarse” a los que se quejan) Martín y Santiago nos recuerdan la inhumanidad a la que estamos acostumbrados. Su humor, de alguna forma, fue la contestación a un proyecto de mejorar la imagen de Colombia: las campañas “Colombia viaja por ella” (2002), “Colombia es pasión” (2005) y la fácilmente mal interpretada “El riesgo es que te quieras quedar” (2007) .
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El país en los 90, de puertas para afuera, no era más que uno de los focos crimen y violencia del planeta. Y justamente para limpiar esa imagen nacieron todos estos proyectos que resaltaban la “riqueza cultural y la biodiversidad” del territorio. Fueron campañas que nos metieron hasta en la sopa, con la idea de que los colombianos son “gente linda y gente bella”, que las mujeres de Colombia son las más hermosas del mundo, o el viejo clásico: somos el país más feliz.
En el tránsito a los 2000 se estimuló la producción cultural y artística en sus formas más visibles fuera del país. Las campañas publicitarias se agarraron de artistas con proyección como Juanes , Carlos Vives o Shakira y exacerbaron nuestros pequeños triunfos deportivos. Un proyecto de lavado de imágen que, aunque notable para los migrantes, venía de la mano también del auge del turismo cultural como negocio.
En ese contexto el humor de Santiago y de Martín no paró de burlarse de ese "colombianismo". Juntos se niegan a romantizar a Colombia. Un ejercicio que no hay que subestimar, pues esa romantización ha resultado en que solo valoremos a los grupos afrocolombianos o indígenas en tanto tengan un valor cultural y se comporten “bien”. Como dice el filósofo esloveno Slavoj Zizek : no hay peor racismo que negarle al otro la posibilidad de ser malo.
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Es una actitud que hemos aprendido tan bien que aquellos que destapan las pestes locales son llamados antipatriotas. De alguna manera, quedarnos mirando el abismo de belleza que tiene Colombia nos ha dejado indiferentes y entumecidos a los problemas sociales.
Así lo describió Santiago en una entrevista: “yo creo que esa cosa de burlarse de todo es como un alarido desesperado ante la frustración de cinismo, una manera de mostrar el cinismo es la burla, el cinismo permanente es un reflejo de frustración totalmente justificado ”.
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Pero ¿cómo llaman la atención? Pues, bien: una de sus estrategias es usar un humor escatológico; es decir, hacer referencia constante a la corporalidad y todo lo que se desprende de ella. La estrategia es muy útil porque tiene la ventaja de luchar contra el pudor que domina en los medios de comunicación y de desvalorar la autoridad de los interlocutores y entrevistados que invitan.
Otro de los temas recurrentes en su humor es la negación de ser admirado, de dejar un legado y de ser reconocidos por algún mérito. Una actitud refrescante en el país del “usted no sabe quién soy yo”. Aunque podría adornarse este recurso diciendo que tienen un interés por la anarquía, el nihilismo o el existencialismo, lo claro es que hacen crítica a los valores de la productividad.
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Constantemente nos recuerdan, por ejemplo, que el modesto éxito que han tenido ha sido gracias a sus conexiones. A Margarita Rosa De Francisco o al apoyo de Carlos Vives.
Es extraño y casi que heróico que encontraran una forma de hacer humor en un país tan reacio a la crítica y que manda a todos a "producir". Como dice Santiago: “ este país no ha dejado de ser la misma fuente inagotable de ridiculeces y de personajes siniestros (…) . A todos se nos olvida que hacer humor en Colombia es tan peligroso como opinar. Y que el patrioterismo se ha exacerbado en los últimos tiempos ”.
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Paradójicamente, ellos hablan más de la "Colombia profunda" de la que nos dicen que debemos sentirnos orgullosos y de la que nadie quiere hablar.