Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

La última sesión de Freud: la película que nos explica la razón de nuestro sufrimiento

La última sesión de Freud nos lleva por preguntas sobre la existencia de Dios y las causas del sufrimiento. ¿Vale la pena verla? ¿Cuál es su verdadera enseñanza? Acá les contamos.

la ultima sesion de freud pellicula anthony hpkins
El actor Anthony Hopkins interpreta a Sigmund Freud en la película La última sesión de Freud (2023)
// Max

La última sesión de Freud (Freud’s Last Session) se estrenó a finales del 2023 para “sacar de la oscuridad” algunos de los planteamientos psicoanalíticos de Sigmund Freud que todos usamos sin darnos cuenta.

Pero no se emocionen mucho. La película dirigida por Matt Brown (El hombre que conocía el infinito, London Town), una adaptación de la obra de teatro homónima escrita por Mark St. Germain, basada a su vez en el libro La cuestión de Dios de Armand Nicholi, no brinda muchas luces sobre los planteamientos de Freud.

¡Puede que confunda más!

Lo que sí hace es abrir la posibilidad del resurgimiento del psicoanálisis freudiano para explicar la raíz del sufrimiento en el mundo contemporáneo.

Publicidad

La película llega en un momento en el que se está prestando una enorme atención discursiva no solo a Freud, sino también a la teoría de la mente que inauguró.

Por ejemplo, películas como Freud: pasión secreta, Equus, Un método peligroso y la serie de Netflix Freud han tratado de rescatar del ostracismo y la represión cultural —debido al modo de escritura ambiguo e incomprensible— algunos de los temas y los problemas expuestos por Freud.

poster la ultima sesion de freud
Poster de la película La última sesión de Freud
// Max

Publicidad

De qué trata la película La última sesión de Freud

La trama de La última sesión de Freud (Freud’s Last Session) se desarrolla en Londres, justo cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, mostrando a un viejo y enfermo Freud que previamente tuvo que exiliarse de Viena, Austria, junto a su hija Anna Freud (Liv Lisa Fries) para protegerse del horror causado por el nazismo.

Es un drama detallado y elaborado sobre el encuentro imaginario entre Sigmund Freud (Anthony Hopkins) y C. S. Lewis (Matthew Goode), un apologista cristiano que rechaza y cuestiona los planteamientos de Freud acerca de la inexistencia de Dios en el libro La regresión del peregrino (The Pilgrim’s Regress).

En la primera escena se puede observar a Anna ayudando a su padre Sigmund a levantarse de un sofá luego de una corta siesta. En ese momento, Anna dice: “El doctor vive”.

La broma de Anna hace énfasis no solo en la existencia física de Freud —en la película—, sino que proyecta la necesidad de reencontrarse con sus ideas en un presente en el que todos pareciéramos vivir intensamente, con la sensación de que nuestro tiempo es un tiempo en crisis.

Publicidad

Anna Freud hace extensiva la invitación de la importancia de desempolvar esas viejas, incomprendidas y oscuras teorías de Freud mediante la frase el “El doctor vive”.

Tal vez los espectadores (ustedes y yo) no participemos de la misma crisis en términos biográficos o psicológicos que Anna, Sigmund y C. S. Lewis, pero todos estamos condenados a habitar la atmósfera compartida de deshabituación e improvisación forzada que imponen las constantes crisis actuales de salud endémica y pandémica como la depresión, la ansiedad, el estrés y cualquier otro tipo de trastorno mental.

Publicidad

Sabemos, no obstante, que el presente es singular, como la supuesta singularidad de las personas, eso que es “suyo propio”. Pero la película nos obliga a prestar atención a aquello que es general y no singular. Es decir: las estructuras que nos afectan de tal manera que desencadenan impactos catastróficos en nuestras vidas convirtiéndose en constantes amenazas para la “buena vida” que imaginamos.

Para esto Matt Brown recurre al diálogo ficticio entre Freud y C. S. Lewis (escritor además de las Crónicas de Narnia).

El encuentro entre ambos se da en la casa de Freud luego de que este le enviara una serie de cartas solicitando su presencia para discutir algunos de los argumentos de Lewis contra su trabajo.

Una vez en su oficina, Lewis, quien llega tarde al encuentro, se ve sometido a las indirectas y a los reproches de Freud por no cumplir la cita a tiempo, pero además es recibido con una frase que marca la discusión que se desarrollará acerca de la existencia de Dios.

Publicidad

“Lo que vemos o se le parece es un sueño dentro de un sueño”, le dice Freud a Lewis, recordándole que el autor de la frase es Edgar Allan Poe, quien desafortunadamente se había vuelto loco. “Así que tenga cuidado”, le advierte Freud al joven escritor.

Acto seguido, en una de las escenas durante la conversación con Freud, Lewis sostiene:

Has insistido toda tu vida en que el concepto mismo de Dios es ridículo. Entonces, ¿por qué te importa lo que pienso si estás satisfecho con tu incredulidad?.

Publicidad

Freud responde:

Quiero saber por qué un hombre de tu intelecto supremo podría abandonar de repente la verdad y abrazar una mentira insidiosa”. Lewis le contesta con una pregunta: “¿Y si no es una mentira? ¿Alguna vez has considerado lo aterrador que sería darse cuenta de que estás equivocado?” Freud responde: “Mucho menos aterrador de lo que sería para ti. Dijiste antes que desafías mi visión del mundo, mi creencia en la incredulidad.

El punto clave en la discusión llega cuando Sigmund le dice a Lewis:

Me parece, profesor, que nunca hemos madurado lo suficiente como para enfrentar el terror de estar solos en la oscuridad. Pero la religión… en un momento brillante, la religión hizo del mundo nuestra guardería, un parque infantil. Sólo tengo una palabra para la humanidad: crezcan.

Por supuesto, la religión, la existencia de Dios, como los otros temas que discuten (entre ellos, la sexualidad, los traumas, el lesbianismo, la guerra, etc.) son parte del recurso que utiliza Freud, durante la conversación con Lewis, para exponer lo que produce nuestro sufrimiento y nuestra servidumbre: el apego a ideas, objetos, sueños, personas y fantasías destinados a frustrarse y a frustrarnos.

Es justamente allí donde se condensa la idea de la existencia de Dios como analogía de un “parque de diversiones” cuyo deseo y apego por alcanzar la salvación establece las condiciones por las cuales lo que deseamos (por ejemplo, en este caso, ser buenos cristianos para entrar al reino de los cielos) termina siendo en realidad un obstáculo para nuestro florecimiento.

Publicidad

Esta analogía tiene sus contrapartes contemporáneas.

Por ejemplo, la idea del sueño americano, el ascenso social, una forma de amor, una fantasía de la buena vida por medio del esfuerzo y el trabajo, una relación social, un proyecto político, etc.

Publicidad

Lo que pretende develar Freud a través de su conversación con Lewis, el gran teórico de las fantasías, es que el deseo y el apego a cualquier objeto nos bloquea de alcanzar ese mismo propósito que en un principio nos unió a él, por lo tanto, la frustración es el resultado —y causa— de la firme creencia que en nuestras vidas se expresan una(s) narrativa(s) con algún tipo de moraleja orientada siempre a algo que la norma indica como mejor.

Esto se ve extraordinariamente en la escena en la que Anna Freud se encuentra en la universidad dictando una clase de psicoanálisis y, en medio de esta, recibe una llamada de su padre ordenándole que regrese inmediatamente a la casa, aduciendo que necesita la medicina para calmar el dolor del cáncer bucal que padece.

Anna, al colgar la llamada, le dice a una asistente que por favor cancele la clase pues debe salir urgentemente.

En ese momento se acerca el doctor Bernbridge (Aidan McArdle) y le manifiesta a Anna que no está de acuerdo con que tenga que abandonar la clase. Anna le responde que su padre “está en profundo dolor y que la necesita”. Frente a esto, el doctor Bernbridge le pregunta: “¿su padre siempre consigue lo que quiere?” Para finalmente recordarle que es ella quien tiene un problema, el cual se llama “trastorno de apego”; una especie de idolatría a los padres que en una epata postadolescente no es tanto una virtud, sino un problema.

Publicidad

El “apego” de Anna a su padre constituye un tipo de servidumbre absoluta y no tanto un deber hacia los padres. Estos apegos, como muchos otros, terminan volviéndose crueles cuando ese mismo objeto o escena que aviva la sensación de posibilidad vuelve imposible la transformación positiva que la persona o grupo de personas se esfuerzan por alcanzar.

Publicidad


En palabras de Freud, hay deseos que son inconciliables con la realidad, razón por la cual emerge un predominio de la fantasía y la ilusión en la vida que se sustenta por el deseo incumplido.

Las teorías expansivas de Freud acerca de los problemas del individuo en un mundo cada vez más precario puede que no sean necesariamente la solución, pero sí son un conjunto de explicaciones que nos permite (sobre)llevar nuestras vidas en los espacios corrientes y cotidianos que transitamos.

***

Publicidad

¿Dónde ver

La última sesión de Freud

?

En Latinoamérica, la película La última sesión de Freud se puede ver a través de la plataforma Max.

Publicidad

  • Publicidad