Un escalón debajo de Messi y Cristiano y al lado de Suárez y Hazard, el 10 de la selección está en el top 5 de la actualidad. Faltan apenas partidos (taponazos de gol, pases milimétricos, cambios de frente de media cuadra) para que el reconocimiento de mejor jugador colombiano de la historia sea unánime. ¿Y usted qué opina?
Por Héctor Cañón Imagen
Acá nos gustan más las leyendas que los vivos. Acá disputamos, descargando rabia sin argumentos en el otro, por la supremacía de los ídolos ajenos mientras esperamos el error de los nuestros para sepultarlos.
Acá amamos el fútbol tanto como si un día hubiéramos sido campeones del mundo, pero como hemos dado muy pocas vueltas olímpicas no sabemos ganar, perder ni alentar a nuestros jugadores más allá del vaivén de los resultados. En el país de los excesos, nos desbordamos en triunfalismo cuando aparecen las victorias para luego caerle encima al venerado si el barco naufraga.
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James Rodríguez es (aún antes de que se le entregue la ovación unánime que lo acredite como tal) el mejor jugador colombiano de todos los tiempos. Mas allá de los debates (opine sin maldecir), nuestro altar es precario. Willington sin socios que lo acompañarán a la gloria, el Pibe querido con la mejor generación al hombro, el Tino díscolo y genial, el loco René y Alejandro Brand, Alfonso Cañón, Ernesto Díaz y otros nombres lejanos que solo recuerdan los papás e incluso los papás de los papás. Pare de contar. Cuándo un goleador de un mundial, un capo del Real Madrid, un peladito centrado y humilde. Nunca antes.
Hoy en día (y eso es el fútbol, el último partido y el siguiente), está entre los cinco cracks del momento, un tanto debajo de Cristiano y Messi, al lado de Hazard y Suárez y por encima de Neymar, Bale y Pogba. Solo faltan días (partidos van a sobrar) para que el 10 de la selección se consolide como uno de los mejores del mundo.
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Algunos opinan que será el número uno. Es probable. “La futura superestrella que amenaza Turín”, lo llamó la Juventus en su web, en la previa al partido de ida de semifinales de la Champions en el que se inventó una tocata inolvidable para regresar al Bernabeú con la tranquilidad de haber marcado a domicilio.
Le han dicho Harry Potter y King James, lo han bañado en polvo dorado para la portada más vendedora, le han mostrado las tetas en las celebraciones “colombian style”, le han hecho acrósticos asimétricos (Juega, Asiste, Marca, Enamora y Solidario), lo han nombrado personaje colombiano del año. Y le quedan 8 temporadas.
Vendrán muchos más taponazos de zurda que inflarán la red, pases milimétricos filtrados entre muros compactos, cambios de frente de media cuadra con precisión absoluta, picaditas de balón a la salida de los arqueros a lo “play station”. (Ver resumen de las mejores jugadas de James)
Cuando Cristiano se vaya (ya tiene 30 años) él cobrará los tiros libres. Vendrá, como él mismo lo dice con la mezcla de tartamudez y economía en el discurso que hace imposible verlo alardeando, aunque muestre una seguridad avasallante, lo mejor. “Yo creo mucho en la selección Colombia. Tiene calidad para cosas grandiosas y para ganar cualquier título”, acaba de decirle a El País de España en el último reportaje especial que le dedicaron (Ver reportaje de James en El País)
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Vamos por la Copa América
Ese es James. De mente concreta y abstracta a la vez, tanto en la cancha como afuera. ¿O qué quiere decir cuando dice cualquier título? Pues solo eso: una Copa América, un Mundial, una Copa Confederaciones. Cualquier título. La gloria. Nada más. Le quedan (por lo menos) ocho años, cuatro Copas América y dos mundiales para validar lo que dijo.
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Pilas porque ya lo ha hecho otras veces. “Me recuperaré pronto y volveré mejor que nunca”, dijo cuando se lesionó, después de anotarle al Sevilla uno de los pepinos que se ha apuntado con la 10 de los merengues (16 goles, 15 asistencias y 71 remates en 3339 minutos disputados en todas las competencias).
Dos meses después de la lesión cumplió su promesa y su vibrante mundial se confirmó como una realidad en la liga de las estrellas. “Cyborg. Alemán. Todo menos latino”, dijo El País que han dicho en las huestes madrilistas. Más colombiano que la arepa, de otra generación, un héroe al mejor estilo criollo, creemos acá.
Lo que James ha hecho en el último año le basta para que lo recordemos siempre. Goleador del mundial a los 23 años y con dos partidos menos que Messi y Muller (sus escoltas); mejor volante ofensivo de Europa el año pasado; 10 del once ideal y máximo asistente de la liga francesa decía la carpeta que lo llevó al Real Madrid por 80 millones de euros, cifra escandalosa para sectores prepotentes (la inmensa mayoría, esa que silba a Casillas y a todo el que se equivoque) de la hinchada madrilista. (Ver goles de James en el Mundial 2014)
Arrancó tibio en un universo de puntapiés y glamour. La soltaba rápido, no pateaba al arco y aguantaba que sus compañeros no lo vieran mientras él los ponía de cara al gol sin reparar en egos o trayectorias ni querer figurar más de la cuenta para no generar animadversión. En los chats de fútbol de internet, donde se reúnen para ver los partidos y debatir los afiebrados de la Liga Española y la Champions League de todo el planeta, decían para referirise al colombiano “paquete”, “que vuelva Di María”, “no es ni la mitad de Isco el gilipollas”.
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Es verdad que tuvo baches notables a la sombra de los divos de la BBC. Sin embargo, la calidad estaba ahí. Latente. Acomodándose al nuevo repertorio y a los nuevos colegas. James la pensó un rato. Cómo ajustar, por dónde entrar, cómo comportarse. Ya lo había hecho en el Mónaco de Ranieri, a donde llegó como el ayudante de Falcao y de donde salió como la figura de un equipo que alcanzó la Champions League después de años de ausencia. El italiano lo acusó de no ayudar a marcar y lo paseó por la banca. Cuando lo tuvo en cuenta de nuevo, James propuso un fútbol con pausa, pensado y sentido a la vez, un fútbol tejido entre todos en una liga donde priman el cuerpo, la corredera y la potencia individuales. (Ver mejores jugadas de James en Mónaco)
En España repitió la decisión de echarse el equipo al hombro cuando fue necesario, a pesar de que el trecho entre el Real Madrid y el Mónaco es largo y de que esa era una tarea, según decían los que saben de esta vaina, para Ramos, Cristiano, Marcelo, los otros ganadores de la Décima y el lesionado Modric. En algún tramo de la campaña la diferencia entre la efectividad del equipo con su presencia y la de los partidos en que estuvo lesionado fue superior al 20 por ciento.
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Él, por su parte, está acostumbrado a esos saltos cuánticos: del Pony Fútbol al Envigado, de allí a Banfield, luego al Porto. Siempre gustando, siempre metiendo taponazos al ángulo, siempre ganando: 79 goles (0,29 por juego) y 55 asistencias (0,20 por juego) en 267 partidos lo convierten en uno de los volantes más efectivos de la década.
De títulos también sabe. Un campeonato argentino con Banfield a los 18 años (es el extranjero más joven en dar la vuelta olímpica en ese país), una Europa League, tres Ligas y una Copa de Portugal con el Porto y un Mundial de Clubes y una Súper Copa de Europa con el Madrid.
Con la selección Colombia fue quinto en el mundial, el mejor de la fase de grupos, marcó el gol más bonito del torneo y se trajo la Bota de Oro. El equivalente de ese desempeño para Neymar o Messi (quién los manda a nacer en tierra de campeones) habría sido ganar la Copa con un doblete en la final.
En los chats que lo masacraban mientras se acoplaba o estaba lesionado, ahora es “crack”, “no importa si va al banco Isco, Bale o Benzema mientras juegue James”, “el heredero de Cristiano”.
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“Me recuperaré y volveré mejor que nunca”
Empezaba a convencer a la exigente afición madrilista y vino la lesión. Después, cuando todos esperábamos lo contrario tras dos meses de ausencia, James volvió más fino que nunca, exquisito. Aún con 23 (parece que fue goleador del mundial hace mucho tiempo ) y de una manera natural, supo manejar el equilibrio necesario entre tensión y relajación que demandan las empresas imposibles.
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Se echó al Madrid al hombro. Sus números lo avalan. 12 goles en 50 remates (24 por ciento de efectividad), 10 asistencias y 92 balones recuperados en 27 partidos de liga lo convierten en uno de los jugadores con mejor rendimiento en una plantilla e incluso en una liga de súper estrellas. (Ver los cinco mejores goles de James con el Real Madrid)
Además, es el tercer jugador con mayor promedio de desplazamientos durante los noventa minutos con 9,1 kilómetros recorridos por juego, detrás de Kroos y Bale. En su debut en la Casa Blanca, James tiene, aún cuando restan dos partidos de liga y en caso de derrotar en la semifinal a la Vecchia Signora otros dos de Champions, mejor desempeño que Neymar en su primera temporada con el Barcelona (9 goles y 9 asistencias), que Hazard con el Chelsea (9 goles y 11 asistencias) y que Pogba con la Juve (5 goles y 5 asistencias).
Y ellos tres, señores, lo acompañan en el parche del relevo generacional, que se disputará el título de mejor jugador del mundo cuando las piernas y el cerebro de CR7 y Messi empiecen el declive natural de su gloria.
A pesar de que el Real Madrid se quedó (tras el empate del fin de semana pasado 2-2 con Valencia) sin el título doméstico, el debut del 10 augura que tiene todo para ganarse del todo la camiseta que lucieron Zidane y Di Estéfano. Ya la hinchada ha coreado varias veces Ja-mes Ja-mes Ja-mes. Aunque ha tenido que sacrificarse en labores de marca en la mayoría de partidos, tiene números similares a los de Bale y Benzema, los delanteros estrellas que junto a CR7 conforman uno de los tridentes más letales de todos los tiempos.
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James, no obstante haber jugado 300 minutos menos que el francés y 600 menos que el galés, está parejo con ellos. 16 goles y 15 asistencias frente a 17 goles y 11 asistencias de Gareth y 22 goles y 9 asistencias de Karim. Es decir, participó en 31 goles, los mismos que el número 9 y 3 más que el número 11. (Ver 27 goles de la BBC)
¿Con las manos vacías?
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Aún le faltan minutos, derrotas, zurdazos de esos que llevan su sello inigualable para sentarse en nuestro limitado paseo de la fama junto a Valderrama. “No hace falta un Pibe, James es mi sucesor”, dijo el Mono en el camino a Brasil 2014. Lo estaba esperando ya que, dada su popular generosidad, debió pasarla mal mientras veía que la 10 le quedaba grande a Giovanni Hernández, Neider Morantes y Víctor Pacheco ( y no solo por cuestión de estatura), entre otros cracks del campeonato nacional.
Quizás aún le falte colgar los guayos para que todos nos enteremos de que ser goleador de un mundial de fútbol no es una hazaña que siquiera haya estado al alcance nuestros más efectivos delanteros o que conducir al Real Madrid, una tarde cualquiera del Santiago Bernabeú, sigue siendo un sueño incluso para los elegidos cuando se les hace realidad. Falcao estuvo cerca, lo deseaba, parecía predestinado y tenía más fieles. A la final, como dijo el propio James, la suerte le sonrió a él.
¿Qué el Pibe nos llevó a tres mundiales seguidos; que fue el mejor jugador de América en 1987 y 1993; que es el colombiano más famoso en los desiertos del norte de África, en los pueblitos de Los Alpes o en China; que, bajo la elegante y vistosa batuta de su afro samario, goleamos a los reyes del continente y asaltamos por primera vez los grandes escenarios del planeta fútbol? (Ver resumen jugadas y goles del Pibe Valderrama)
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Sí, todo eso es verdad. Acá nos gustan más las leyendas que los vivos. Acá somos tan chauvinistas que nos montamos en la película de que íbamos a ganar el mundial porque habíamos goleado a Argentina, pero a la vez somos tan todo lo contrario de chauvinistas que a diario escuchamos en el ambiente futbolero a expertos y aficionados pidiendo a gritos que tengamos claro que Bale, Neymar, Hazard, Pogba, Reus, Tévez, y otros de menos talla que los anteriores están por encima de James.
“Mesura por favor, no lo inflen. Tiene que ir demostrando partido tras partido de qué esta hecho”, pontifican los gurúes de la radio y de la prensa. Al otro día, en sus espacios replican los reportajes que hacen El País, Marca, As, las webs de otros clubes europeos, la BBC y otros medios internacionales, anunciando la llegada de un nuevo genio a las canchas donde se juega el mejor fútbol del mundo.
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El regreso del 10 clásico
En la selección, James no debutó con la 10. Lo hizo en la altura de La Paz, con cualquier otro número en la espalda, el 29 de septiembre de 2011, durante el primer partido de las eliminatorias a Brasil 2014.
¿Y alguien recuerda qué hizo ese día? A sus 20 años, en uno de los estadios más difíciles del mundo, fue la figura conduciendo a Colombia a la victoria 1-2, en su primer paso hacia Brasil.
Desde ahí, debimos darnos cuenta de quién era James, por favor, ¿quién sale figura en La Paz en su primer partido sin oxígeno y al lado de sus ídolos de la selección? (Ver resumen Bolivia 1 Colombia 2)
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Pékerman llegó y le dio la 10 que va a seguir luciendo la próxima década. Y ahí, precisamente, está el mayor mérito de James Rodríguez. Es un jugador de selección y también de club. Como hay pocos en la historia. Es verdad que fecha a fecha Messi y Cristiano Ronaldo la rompen con la camiseta de sus clubes, pero por fortuna, aunque algunos hinchas crean lo contrario, el fútbol no se limita a la Liga Española y la Champions League.
¿De cuándo acá los mundiales no cuentan a la hora de elegir a los mejores del mundo? Pues desde que esta vaina se convirtió en un negocio de proporciones industriales. Sin embargo, la esencia más pura del fútbol –y todos sabemos eso a pesar de la parafernalia que lo rodea y de los chuecos de la Fifa– brota cuando se juega la Copa Mundo.
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La verdad es que el argentino y el portugués no han podido lograr con la camiseta de sus selecciones lo que ha logrado el colombiano en menos tiempo. Messi tiene cinco goles en 15 partidos mundialistas (0,33 por partido); Cristiano, 3 en 13 encuentros (0,23) y James, 6 en 5 cotejos (1,20). La ventaja que les saca, cuando se pone la camiseta de su país, es tan abismal como la que ellos le sacan en los torneos de Europa vistiendo los colores de los emporios económicos futboleros, que son Real y Barsa, como traje de guerra. A ellos les quedan un mundial y en su recta final. Al nuestro dos en plenitud y tal vez otro más en el ocaso.
Además, ambos salen figura una y otra vez, mientras que James hace salir figuras a sus compañeros. Tanto Messi como Cristiano son artistas individuales (que pueden resolver cualquier problema en cualquier momento), pero que así mismo desaparecen cuando se trata de descifrar enigmas en conjunto. Para eso está el 10 colombiano.
¿Quién no recuerda que en apenas medio tiempo, en pleno mundial, le puso dos asistencias a Jackson para su doblete y cerró con un sutil poema en el 4-1 rotundo contra Japón? (Ver resumen de Colombia 4 Japón 1)
Al Madrid llegó pianito. Tocando suave. Tras la racha de lesiones que puso a todos a pronosticar quién iría al banco, se adueñó de la titular y puso a Bale, a Benzema y a Isco a alternarse el banco, semanas después de que Ancelotti dijera que la BBC y el malagueño eran innegociables. “Isco y James pueden jugar juntos”, anunció el técnico italiano para maquillar su decisión de elevarlo al rango se insustituible. Y la verdad es que no se trata de que los dos cracks puedan compartir la cancha, sino de que James es el socio ideal de todos porque con todos se asocia y a todos los pone de cara al gol.
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¿Quién, en el planeta fútbol, no se ha sorprendido de ver a Cristiano Ronaldo correr a abrazarlo para celebrar sus taponazos si cuando el colombiano llegó buscaba al portugués incluso después de ser él quien había metido gol?
Aunque la Liga y la Copa del Rey se esfumaron en su primera incursión en la pompa del Madrid, aún queda el premio gordo: la Champions League. Hasta ahora, James, a pesar de haber marcado apenas un gol y metido dos asistencias en siete partidos, ha venido elevando el nivel y su mayor virtud, simple, asociarse con sus compañeros, fue determinante en los dos últimos asaltos: el 1-0 sobre el Atlético en el alargue y la derrota 2-1 frente a la Juve en Turín. (Ver resumen de Juventus 2-Real Madrid 1)
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En la revancha, James tiene todo para seguir a la caza de su sueño de ser el mejor jugador de fútbol del mundo, aunque cuando tiene las cámaras en frente diga verdades parciales como: “Yo estoy ahí solo para ver que necesita el equipo”. En un mes, en la Copa América, arranca el primer asalto de su otra pelea: la de ganar “cualquier título” con la selección Colombia. ¡Vamos, genio!